[suena música dramática] - Paula, no sé si me estás viendo en estos momentos, pero si es así, no olvides lo mucho que te queremos, cariño. - [hombre] ¡La chica! - No has estado aquí, ¡tú no me conoces! - Soy Paula García. - [mujer] Se trata de su hija Paula. - [hombre] Ha aparecido viva. - Han encontrado a Paula García. - Eso es imposible. Paula García está muerta. - Mamá. - Paula. - [Enrique] Mi nieta ha estado desaparecida nueve años. Encuentren a los responsables. - ¿Por qué no quieres hablar con nosotros? - Quiero ver al inspector guía. Llevo mucho tiempo esperándote, Marcos. - [Marcos] Su nieta ha establecido conmigo una relación de confianza. De usted depende. - Tu madre conoce a su novia. - [Laura] ¿Marcos? - ¿Dónde está la niña? - [Lidia] Está arriba. - Soy yo, Sara, Sarita. Me he escapado, mi amor. - Inspectores, se han producido llamadas desde el móvil de Andrés Herrera. - Paula, ¿qué haces aquí? - [Fernando] [gritando] ¡Aléjate de mi hija! Lidia se quedó conmigo y nunca lo ha superado. - Lo que dije es la verdad y tú lo sabes. - Escribió un libro lleno de mentiras. Acusó a tu padre de haberte matado. - [Marcos] Ayer cuando vino Paula a comisaría, me besó. - [Alicia] Esa chica está obsesionada contigo. - Si le sigo un juego, puede que confíe en mí y me acabe contando la verdad. - ¿Y hasta dónde estás dispuesto a llegar para qué confíe en ti? - Mi padre mató a mi madre cuando yo tenía 12 años, y como tú, nunca más he podido confiar en nadie. - [Lalo] Esa niña te va a manipular. - [Marcos] ¿Por qué no la llamas Paula? - Porque Paula García está muerta. - ¿Sarita, eres tú? Chula, tenemos que hablar. - [Alicia] Herrera contactó con Baranov, que traficaba con chicas. Necesitaban un intermediario. - Alguien como Ricardo Vega. - Y se ha encontrado con que están todos muertos y ahora no tiene forma de cobrar lo que le deben. - Salvo extorsionando a Paula. - ¿Sabes de verdad dónde está mi hermana? - Pero es que sino hay dinero, no hay hermana. - [Lalo] Mauro Gil es la pieza política. Fernando García es el enlace con el banco. Un proyecto millonario con márgenes de beneficios para todos los implicados. - ¿Estás loco? ¿Cómo traes esto aquí? - [hombre] De ti nadie puede sospechar. - [Enrique] Estoy acostumbrado a recibir malas noticias. - Se está extendiendo. - Teresa murió. [suena música dramática] - ¿Qué es lo que quieres? - Ese tío tenía que proteger a mi amiga, la única que he tenido, pero no lo hizo y ahora mi amiga está muerta y eso no lo podemos consentir, ¿verdad? - Así que eres una impostora desde el primer día que entraste en esta casa. - Lidia, tu padre está recibiendo cuidados paliativos. - Deberías saber que Enrique quiere que su hija esté al mando. - Mi mujer no será ningún problema. - [Enrique] Ahora ha llegado tu momento. Llevas toda la vida preparándote para esto. - [Fernando] O lo haces tú o van a venir otros y os van a echar. - [gritando] ¡Es imposible que Fernando haga una cosa así! - ¿Y si tanto confiesa en él, qué haces aquí? ¿Por qué me buscas cada vez que tienes un problema? - Esto es lo que hemos sacado del teléfono de Ricardo Vega. Y esta chica que aparece en varias fotografías. - Irina está dentro de un programa de protección de testigos porque presenció un asesinato que se produjo en una de esas fiestas. - Irina ha reconocido a Paula como esa chica implicada en el asesinato. - [periodista] Nos encontramos en la Fiscalía de Menores de Santander, donde la joven Paula García McMahón está prestando declaración por la muerte del diplomático ruso Sergei Prokhorov. - Tuve que defenderme. - ¿No pensaste en tirarte al agua? - No sé nadar. - En la declaración de ayer volviste a decir que no sabías nadar. - Y es que no sé nadar. - ¿Cómo que no? Sí sabes. - ¡Hola, papá! - [Fernando] Hola, hija. Eres una campeona. - [periodista] La Fiscalía de Menores encuentra motivos fundados para considerar que la muerte del diplomático ruso se produjo por legítima defensa. - He localizado al padre de Ricardo Vega. ¿Reconoce a alguna de estas chicas? Esa niña solo confía en mí. - Si cruzas esa línea, no hay marcha atrás. - [Marcos] Esto no puede ser, Paula. - [Paula] ¿No te gusta? - [Marcos] ¿Tú qué crees? - [Laura] ¿A qué hora vas a venir, cariño? Al final, los McMahóns te van a adoptar. Hoy te he echado muchísimo de menos. - [Marcos] Y yo. Te quiero, amor. - Vengo en representación de mi padre para informarles que la propuesta de compra hecha por el Royal Bank of Scotland hacia nuestra entidad la hemos rechazado. - [hombre] Es una demostración de fuerza del viejo. No sé por qué lo ha hecho, pero ya me enteraré. - [hombre 2] Arregui me ha dicho que tu mujer no está contigo. - [Lidia] La verdad es que no sé muy bien lo que estamos haciendo tú y yo aquí. - Esta puede ser nuestra segunda oportunidad, no la dejemos escapar. ¿Tienes miedo de que vengan a por ti? - No vi nada. - [Paula] ¿Has encontrado la casa? - Y efectivamente no vive nadie. - No, no la vendió. - ¿Tú cómo lo sabes? - Porque yo he estado dentro. - ¿Quién era el pelirrojo que había aquel día? ¡Suéltalo de una puta vez! - [mujer] Mira, por aquí la del cumple. Saluda, Sara. - Hola. - Son ellas, ¿no? - Paula no sabe nadar porque Paula no es Paula. Tú no te acuerdas de nada porque estabas borracha, drogada. ¿Qué estás haciendo? No quiero discutir. - Ni yo tampoco, solo quiero el divorcio. - [Fernando] ¿Has estado con él? - Sí, porque Lalo me quiere a mí como soy, no por quien soy. - Te dejaste cocaína encima de la mesa y Paula se la comió por error. Nuestra hija está muerta. Murió hace nueve años por tu culpa. - [llorando] ¡No, no, no! ¡No! [suena música dramática] [suena música de suspenso] - [Paula] Estoy harta de tanta mentira. De que la gente invente porquerías sobre la vida que he sufrido. Harta de estar en boca de todo el mundo. Aunque no todos son iguales. Hay gente que sí se preocupa de verdad por mí. Ahora solo me importan esas personas a las que quiero. He vuelto del puñetero infierno y ya no tengo miedo, gracias a ellos. Y la única verdad es que soy Paula García McMahón, que tengo 17 años, y que desde los ocho he sido una niña prostituida. He pasado la mitad de mi vida esclavizada por, por unos monstruos. Hace unas semanas conseguí salir de esa vida, pero, tampoco puedo ser libre. - [reportero] Lo que está claro es que... - [reportera] No deja de ser un asesinato, por muy nieta que sea de quien es. - [reportero] Esa chica ha sido una prostituta hasta hace dos días, como quien dice. No conoce otra cosa y ahora vive en su jaula de cristal. - [reportera] La verdad es que es terrible lo que ha tenido que pasar la pobre criatura. - ¿Qué sabéis vosotros? ¡Gilipollas! Lidia, ya sé que es temprano, pero llámame cuando puedas, por favor. Estoy preocupado. Un beso. Laura. - ¿Llegas ahora de Madrid? - Sí, estoy reventado. Perdóname por haberme ido ayer así. Lo siento sobre todo por tus padres. - ¡A la mierda mis padres! ¿Quién coño eres, Marcos? - Joder, ¿qué pregunta es esa? - He estado en tu casa. - ¿Cómo has llegado hasta allí? - Paula. Pero eso es lo de menos. ¿Por qué coño ha tenido que ser ella quien me descubra algo tan importante sobre ti? - Escucha, no es el momento. - [Laura] ¡Sí es el momento! Hace cuatro años que nos conocemos, tres que estamos juntos. No me digas que no has encontrado el momento para decirme quién eres en realidad. - Escucha, que no es el momento. Ya hablaremos, por favor. Estoy cansado, necesito pensar. - ¿Por qué Paula sabe quién eres y yo no? - Pues, porque Paula... Paula me importa menos que tú. [voces indistintas] - ¿Cómo lo ves, Luis? - Parece que ha sido estrangulado, aunque tiene también marcas en el rostro, aparte del cuello. Sin duda ha sufrido alguna agresión previa, eso seguro. Es como si le hubieran pegado una paliza. Lo tendré claro cuando haga la autopsia. - Oye, pásame una copia del informe cuando se lo mandes a la policía. [suena música triste] [teléfono vibrando] - Tienes que reponerte, Lidia, no puedes seguir así. Le diré a Rosario que te suba algo para desayunar. - [sollozando] Dime que todo es mentira, por favor. Dímelo. - No lo es, Lidia. - Espera, espera. ¿Qué hiciste con ella? ¿La enterraste? ¿Dónde la enterraste? ¿Dónde está? - Descansa, por favor. - No, Fernando, por favor, necesito saberlo, por favor. [llanto] - ¡Hijos de puta! ¿Y tú quién cojones eres? Aquí estás. Ja. Te has cubierto de gloria, Marta Rivelles. - ¿Te vas? - Sí. Tengo una convención, volveré mañana. ¿Qué más da? - Pero ¿qué dices? Sigo siendo el mismo de siempre. - ¿Y quién es el mismo de siempre? ¿Un mentiroso? Me tengo que ir. A lo mejor algún día te apetece contarme con quién tenía pensado casarme. O no, porque, ¿para qué entrar en detalles? - [hombre] Escucha, hazme caso. Yo no te he engañado. Solo... - [mujer] ¡Que te jodan! ¡Me has ocultado lo más importante de ti, lo de tu casa y tu pasado! ¡Y encima esa niñata me lo ha tenido que restregar por toda la cara! - Lo siento, no tenía que haber sido así. ¡Lo siento! Pero es que hasta hace poco ni yo me atrevía a entrar en esa casa. - Pero, ¿por qué? ¿Qué pasa? - No te he contado la verdad sobre mis padres. - Deberías contármelo. Soy tu novia, hay confianza. - Desde que soy pequeño he sido testigo de, palizas, insultos. Yo también recibía cuando me interponía. Y ella, mi madre, aguantaba que la machacara. Ella no quería que yo me metiera en medio. Un día., no podía más y le empecé a pegar. Yo tendría 12 o 13 años. Ya no era tan niño. Mi madre intentó que las cosas no fueran a más, pero no debía hacerlo. Ese hijo de la gran puta se levantó del suelo, fue a la cocina por un cuchillo, la degolló delante de mí. - ¿Todo fue en esa casa? [suspiro] - Esa casa es el único buen recuerdo que tengo de mi infancia. Mi padre se quedaba en Vitoria, trabajando. Yo venía solo con mi madre. Y solo en esa casa era feliz. - ¿Y qué pasó con él? ¿Con tu padre? - Pues, que está en la cárcel pudriéndose, que lo que se merece. Yo nunca más quise saber nada de él. ¿Entiendes ahora por qué no...? - Entiendo por qué se lo has contado a Paula. Los dos habéis tragado mucha mierda. - Está bien, Costa. Sí. Joder. Bueno, no te preocupes. Ya voy para allá. ¿Qué haces viendo ropa interior? - Peor aún. Estoy viendo el cajón de bragas de Paula. Una niñata se ha metido en su casa, ha hecho fotos y lo ha colgado todo en un blog. - No fastidies. - Ya te digo, tiene 10.000 visitas diarias. En esto ha acabado el periodismo. - Hmm. Y acuérdate de lo de la prostitución infantil. A muchos se les debe estar poniendo dura viendo las fotos de la niña. - Desde el juicio con el ruso a esa niña la han convertido de víctima a verdugo. La prensa, la radio, todo el mundo habla de sus miserias, pero, ¿quién la conoce de verdad? ¿Quién sabe cómo es ahora Paula García? - ¿Y a dónde quieres llegar? - La única forma de cortar todo este morbo es que la niña dé la cara. - ¿Una entrevista? - Una entrevista no, la entrevista. - Tú sueñas, una entrevista. Me apuesto lo que quieras a que no lo consigues. - Oye, ¿tú no deberías llamar antes de presentarte aquí así? - ¿Por qué? ¿Me voy a encontrar una sorpresa, hmm? Tú me diste la llave. - Lo sé, pero nunca se sabe. Tú llama. - ¿Qué te pasa? - No me pasa nada. ¿Qué quería Costa que parecía importante? - Ha aparecido muerto el hostigador. El único testigo de la muerte de Ricardo Vega. - Venga, no me jodas. ¿Y no me vas a decir nada o qué? - ¿Qué acabo de hacer? Y no debería, porque no te lo mereces. - ¿No me lo merezco? - Mmm-mmm. No. [suena música de misterio] - [Marcos] ¿Qué te pasa? ¿Vienes a ver el cuerpo? Hay algo que no me quieres comer. - Mira quién fue a hablar. - Costa, ¿qué te pasa? - Ayer interrogué a ese hombre y acabé dándole de hostias. - O sea... O sea, que estuviste interrogando al testigo, le diste de hostias, y al cabo de unas horas, aparece muerto. - Se puso farruco y me dejé llevar. - Joder, Costa. - Es muy grave. Y es que no tengo justificación, no, no puedo decir nada. - ¿Y hubo testigos? - Ana nos vio. - [hombre] ¿Ana? - Sí. - Bueno, declares lo que declares y te apoyaré. Aunque te jodas, somos compañeros. Voy a hablar con Ana y a ver qué dice. - No, no, no. No. Yo no soy así, ¿hmm? No quiero que hagas eso. Yo, yo voy a contar lo que ha pasado y voy a asumir las consecuencias. Es lo que hay. [suspiro] - Joder, Costa, si es que tenía que haber estado ahí contigo. - Lo hubieras hecho, ¿verdad? - ¿El qué? - ¿Apoyar mi declaración aunque fuera mentira? - Sí, seguramente sí. Hay veces que no queda más remedio, Costa. - Joder... Me da miedo. Te estás acostumbrando a rebasar unos límites y al final no vas a saber diferenciarlo. [timbre telefónico] - [Rosario] ¿Sí? - [Lalo] Hola, soy Lalo Ruiz. ¿Está Lidia? - La señora está descansando. Si quiere hablar con ella, llámela al móvil. - Bueno, eso llevo intentándolo hacer toda la mañana, pero lo tiene apagado. - ¿Qué quiere? - [Lalo] Paula. Paula, soy Lalo, Lalo Ruiz. Me gustaría hablar contigo. Es importante, importante para ti. - Ábrele. [timbre] - ¡Qué hija de puta! - ¿La conoces? - ¿Qué hacéis? - Hola. - ¿Saben mis padres que estás aquí? - Todo está bien, Toni. Déjalo, no pasa nada. ¿Has quedado con tus amigos? - Sí, con Marta. He quedado con ella en la playa. - Me encantaría saludarla. - Claro. Pregunta por ti. - Ya, me imagino. Pásalo bien. [suena música tensa] - ¡Qué cabrona! - No digas nada, ya me encargo yo de ella. - Por supuesto, no tengo la menor intención de meterme. Tú sabes que la gente va a seguir hablando de ti, ¿no? Es normal. No te conocen. Bueno, sí. Conocen la parte mala de tu vida. Eres un misterio. Un misterio que vende. Lo que quiero decir es que quizá, quizá, haya llegado el momento de que lo desveles. Si quieres, yo puedo hablar con, con tu madre y arreglarlo todo. ¿Está por ahí? - Mi madre está en su habitación, no ha dormido bien. - Pero está todo bien, ¿no? - Solo has venido a enseñarme esto, ¿no? - Sí, claro. Sí. Pues dile a tu madre que me llame cuando pueda. Y tú, piénsatelo. [suena música tensa] - ¿Qué haces tú aquí un sábado por la mañana? - Pues nada, comiéndome unas rabas, no te jode. - Pues ve a comértelas a la playa, que ha aparecido un cadáver. - Tranquilízate, no te estreses, que el muerto no se mueve. - ¿Que no me estrese? Que no, coño, si vamos a llegar para el funeral. - Ramiro, yo estuve con ese hombre antes de que muriera. - ¿Tú? ¿Y eso? - Porque fue testigo de la muerte de Ricardo Vega. - ¿Lo sabe la policía? - Yo les pasé la información. - Ah, muy bien. O sea que les pasas la información y no escribes sobre ello. ¡Coño, que te den una pistola y una placa! - Tendremos una historia mucho mejor cuando el puzzle esté completo. - Ya. Entonces, se quitaron de en medio al testigo de la muerte de ese cabrón de Vega. ¿Pero quién? - Esa es la siguiente pieza del puzzle. - Está bien, te quiero con eso como un perro sabueso. Pero sin tocarle mucho los cojones a la policía. - ¡Es imposible comerse un huevo frito sin mancharse los dedos! - ¡Pues usa cubiertos, coño! Y deja de usar a Ana como fuente, que ya está en el punto de mira de Laguna. - Ramiro, hay algo más sobre Paula García. - Tú vas a acabar conmigo. Yo no sé en qué estás pensando. Lalo, deja a Paula en paz. Ya has visto la que se montó desde que declaró. No creo que el viejo McMahón esté muy contento. - Precisamente. Tenemos un triunfo en la mano si queremos ganar esta partida. - ¿De qué me hablas? - Paula García McMahón está en el ojo del huracán. No podemos limitarnos a escribir un refrito con lo que otros digan cuando la podemos tener en exclusiva. - Ya, ¿y? Ha aceptado. - Yo se lo he planteado y se lo está pensando. - [Ramiro] Joder, eso estaría de puta madre. Oye, no te habrás presentado en su casa, ¿no? Que tú eres más chulo que un ocho. - Hasta tengo moto y todo. - Pero sino puedes ni pagarla, no seas fantasma. - Solo me falta convencer a los padres. De Lidia me encargo yo, pero Fernando... - Ya, a mí me toca la parte divertida, ¿no? - Seguro que te entiendes muy bien con él. Y deberíamos intentar hacerla hoy. - ¿Hoy? - Antes de que nos la pisen. - Vale, yo lo gestiono. Pero tú ahora tráeme algo de la muerte del estibador. [encendido de motor] - [Fernando] ¿Una entrevista? No, no sé, Ramiro. Creo que mi hija no está preparada para eso todavía. Ya. No. Ni mucho menos con ese periodista. Eso no es negociable. No, de ninguna manera. Está bien, lo pensaré. Sí. Déjame que lo hable con la familia. De acuerdo. Eso es. Gracias. - El señor Fonseca espera afuera. ¿Quiere que le diga que está ocupado? - No, está bien. Déjale pasar. - [secretaria] Señor Fonseca, por favor. - [Fernando] Ya sabes que no me gusta que te presentes aquí sin avisar. - La próxima vez, si quieres, te mando una paloma mensajera. Como no contestabas al móvil. - Al grano. - La policía está como una mosca cojonera con la muerte de Ricardo Vega. - De esa mierda te encargas tú. - Por supuesto. Tú no vas a ensuciarte. Sobre todo porque hemos tenido que eliminar a un testigo inoportuno que nos vio cuando nos deshacíamos de él. - ¿A quién? - Cuanto me lo sepas, mejor. - Entonces, ¿por qué cojones me lo cuentas? - Las acciones están subiendo. Siguen al alza. Quiero más participación en el Bahía Project. - Te diviertes con esto. - Uno no se divierte tanto cuando tiene que quitar la vida a otras personas, créeme. ¿Hablaste con tus socios? - Estoy en ello. - Cuando entras a mi club y hueles a pachulí, te encanta, ¿verdad? Bueno, pues cuando yo entro aquí, huelo a dinero y me pongo cachondo. Son cosas del olfato. [risa] Ni a ti ni a mí nos gusta el olor a muerto. Solo que yo lo soporto y tú no. - ¿Me estás haciendo chantaje o es que te he dado por la poesía? - Te estoy diciendo que te conviene que firme cuanto antes mi participación en el Bahía Project. Y te lo digo sin florituras, para que lo tengas claro. [suena música de suspenso] - ¡Paula! - Hola. Pero no te tapes, mujer, no me voy a asustar. - Tu hermano se acaba de ir ahora mismito, tía. - Fliparía contigo si te viera. No está acostumbrado a ver unas tetas a medio metro de su cara. - Ay, tía, es que es tan tierno. Me encanta su inocencia. Me encanta. - Sí, sí que es inocente, sí. - Escucha, ¿no te animas? Así no se te queda marca del suje. - No. - Perdona. Después de todo lo que te habrá pasado, lo último que querrás es que la gente te vea. - No es lo más conveniente ahora, la verdad, pero me gustaría, ¿eh? Tú tienes un cuerpo precioso. [inaudible] - Sí. - La verdad es que a mí no me molesta nada que me miren. Nada. Es más, me encanta. Me da sensación como de poder. Esos chicos que acaban de pasar, un chasquido de dedos y los tengo aquí. Estas tienen el poder. ¿Qué haces? - Ay, perdona. No te importa, ¿no? Es que hay una luz muy bonita, y luego las retoco y te las paso, ¿te parece? - Venga, vale. - ¿Vale? - Venga, - A ver. - ¿Te hago alguna pose de modeluque o qué? - Venga, tú déjate llevar. Perfecta, estás acostumbrada, ¿eh? Me encanta. - ¿Así? [suena música sensual] - Perdí los papeles. Creo que no le gustó que una mujer lo interrogara. - [Sonia] ¿Eso te dijo o es una conclusión que sacas? Porque dar una paliza a un testigo por ser machista, no suele ser el procedimiento. - Se levantó y se fue. Le seguí, me empujó. - Jefa, el tipo le tocó mucho los cojones y ya está. - ¿Ahora eres su abogado y guía? Costa, es obvio que no te cargaste a ese tipo, pero abrirán una investigación, y el cadáver tiene los golpes que le propinaste. - Asumiré las consecuencias. - Una mierda. Mis policías no pegan palizas. Hay otros procedimientos. - Yo solo quería resolver este caso de una puta vez. - Pues, lo has complicado más todavía. ¿Qué coño hago ahora contigo? - Con nosotros, jefa. Estamos juntos en esto. - Sí, que los estáis. Ella por no acatar las normas y tú por no estar allí para sujetarla. Y juntos vais a seguir, hasta que no aprendáis a mereceros el título de inspectores, os vais a pasar una temporada de papeleo. - Joder, jefa. - Sonia, déjanos acabar con esto, por favor. Déjanos pillar al... - Lo pillaremos, ten fe. Pero no será con vosotros. A lo mejor le pido ayuda a ese periodista, Lalo Ruíz. Ha averiguado más cosas que vosotros en este caso. - Tócate los cojones. - ¿Que qué? - Nada, nada. - No se lo dijiste, ¿verdad? No le pediste la separación. Sé que es difícil, y sé que no quieres precipitarte, pero no puedes seguir con Fernando, te está consumiendo. Perdóname si a veces soy demasiado impulsivo con lo que quiero o con quien quiero, pero es que soy así. - Esa chica no es mi hija. - ¿Qué? - No es mi hija, tú tenías razón, Lalo. - ¿Que yo tenía razón en qué? - En que está muerta. Ayer Fernando me contó cómo murió aquella noche. - ¿Él la vio morir? - Me dejé la coca... en la mesa del salón, y cuando, cuando Paula bajó, se la tomó por error, pero se la tomó. Cuando bajó Fernando, estaba... Yo la maté, yo soy la única culpable de su muerte. - Eso no puede ser verdad. Es una mentira que se ha inventado para hundirte, ¿me oyes? - No, ¿por qué iba, por qué iba inventar...? - Porque te quiere retener a su lado como ha querido toda su puñetera vida, y está viendo cómo te escapas de su control y... y se muere por ello. Se muere por ello. Es exactamente lo mismo que ocurrió hace nueve años, ¿lo recuerdas? [suena música de suspenso] - Cómo me encanta. - Lalo, no quiero irme. Quiero quedarme contigo. No quiero volver con él. - Pues, no te vayas, quédate conmigo. Esta misma noche le cuentas lo que hay. - Ay, es lo que quiero hacer, pero me falta valor. - No te falta valor, nunca te ha faltado valor. Y si quieres voy yo contigo, que no será la primera vez que me parten la cara por ti. - Mi [inaudible]. Muchas gracias, pero esto es algo que debo hacer yo sola. - [Lalo] ¿Segura? - [mujer] Segura. - Nunca debí dejarte hacerlo sola. Nunca. Cuando te fuiste, me quedé tan preocupado que salí detrás tuya. Te seguí y me planteé en tu casa a esperar, a esperar a que todo pasara, a recogerte y poder irnos de esta puta casa. [suena música de suspenso] - ¿A dónde vas a estas horas? - Qué gilipollas fui. Y después, vi cómo Fernando volvía a entrar en la casa. Y no entendí nada. Cuando soltó la noticia de que la, la niña había desaparecido, me arrepentí de no haberlo seguido. ¿Dónde estuvo Fernando? ¿Dónde estuvo durante esa hora y media? ¿En qué estuvo solo fuera de la casa? ¿Dónde estuvo? ¿Dónde? - Enterrando a Paula. Lalo, tu teoría era la correcta, pero te equivocaste de persona, no fue él el que la mató, fui yo. - No me lo creo. - Mi hija murió por mi culpa, porque me dejé la maldita coca sobre esa mesa... - Deja de repetir eso. ¡Shhh! Deja de repetirlo. Ya está. Yo tengo un don para saber lo que es verdad y lo que no, y esto no lo es. ¿Te dijo dónde la enterró? - No, no. - ¿Ves? Es mentira. - Pero, ¿por qué iba a engañarme con algo tan doloroso? No lo entiendo. - Para retenerte, Lidia. Ya te lo he dicho. - No, Lalo, no. No, Fernando no... - Fernando es capaz de hacer cualquier cosa por tenerte a su lado, a ti y a todo lo que tú representas. El puto banco y el puto poder. - Es que no sé a quién creerle. - A mí, créeme a mí, yo no te he mentido nunca, no te he engañado nunca, nunca he jugado contigo, nunca. Él acabó con Paula, que no te quepa la menor duda. - Dios mío, y, además, ¿qué voy a hacer ahora, Lalo? - Acaba con esta farsa de una vez por todas. Si esa niña no es Paula, se va a saber tarde o temprano. Déjame hacerle la entrevista. Déjame. - Entonces, ¿no te parece bien que haga esa entrevista? - No lo sé, hay que valorar pros y contras. - Papá, no te imaginas la de mentiras que están circulando sobre mí. Estoy harta. Quiero contar la verdad. - ¿La verdad? ¿Cuál de ellas? - La verdad de Paula. - Pues, adelante entonces, siempre que creas que lo puedes hacer bien. - He podido con cosas peores. - Si metes la pata, será contraproducente. No solo para ti. - No he metido la pata, hasta ahora no lo he hecho. No la metas tú, papá. - Miguel, ¿mi marido? - Sí, ahí, en la mesa de siempre. - Gracias. - ¿Y quién me hará la entrevista? ¿Lalo? - De ninguna manera. Me ha llamado Ramiro, el director del periódico. Es amigo de la familia, está todo controlado. ¿Has podido descansar? - Sí, ya estoy mejor. Gracias. - Hola, mamá. - Te he pedido un pescado, ¿te parece bien? - Sí, perfecto. - Anoche oí cómo discutíais. ¿Va todo bien? - Va todo muy bien. Paula ha pensado conceder una entrevista, ¿qué te parece? - Ya lo sé. Me da igual lo que haga. - Mamá, ¿te da igual? - ¿Quién te lo ha dicho? - Lalo. Ha venido esta mañana a casa a verme. ¿Tú sabes dónde está mi móvil? No lo encuentro. A lo mejor te lo has llevado tú sin querer. - Entonces, ¿qué te parece? ¿La ponemos en marcha? - Tú sabrás. - Te dije que no quería que ese periodista entrara en casa, ¿por qué lo has hecho? - Es mi casa, a estas alturas, no tengo que darte explicaciones. - ¿Qué le has dicho? - Fernando, ¿a qué estás jugando? Me confiesas que no es nuestra hija, ¿y ahora quieres que haga una entrevista? ¿De qué va todo esto? - Va a de lo que ha ido siempre, de salvarte a ti. - ¿Salvarme? ¿Salvarme manteniendo esta mentira? - Estamos condenados a aceptar que esa chica es nuestra hija, sino, ya sabes lo que te puede pasar. - La cárcel. - Eso es. ¿Estás dispuesta a pagar ese precio? Entonces, no cometas el error de meter a ese periodista en esto. Aquí tienes tu móvil. Estate más pendiente de dónde lo dejas. - [suena música de intriga] - [Ana] Pelirrojo. ¿Unos 40 años me has dicho? Vale. ¿Tienes algún dato más? - Se llama Jonny. Le han visto por los ambientes del puerto. - ¿Has mirado en ficheros internacionales? - No. - Dame hasta mañana y te encuentro. - Okay. Oye, Ana. - [Ana] ¿Hmm? - Oye, no le digas a Laguna que me estás ayudando con esto, ¿vale? - Joder, Costa, no me pongas en ese compromiso. Tiene la mosca detrás de la oreja pensando que le infiltro toda la información a Lalo. - ¿Acaso no es verdad? A ver si tu novio el periodista va a ser el único que se puede aprovechar de tu experiencia con los archivos. - Mira que eres jodidamente [inaudible]. - Pero tengo razón. [suena música de suspenso] - [mujer] ¿De verdad nos vamos a quedar aquí toda la tarde del sábado metidos? - Ah, yo después he quedado con esos cafres, pero igual no te quieres apuntar. - Pues, sinceramente, si tengo que... prefiero quedarme aquí tirada. O podemos echarnos unas cartas con tu hermana, que antes la he oído entrar. Esta mañana la he visto en la playa, y nos hemos echado unas risas. ¿Qué estás viendo? Toni, ¿qué pasa? ¿Qué coño es esto? - Me lo acaba de mandar Mateo. Es una página de putas. ¿Qué hace ahí? - ¿Molesto? - ¿Por qué cojones me haces esto? - A una puta hay que pagarle con su misma moneda. - ¿A qué viene esto? - Ella se ha colado en casa para sacar tajada. - Eso es mentira, Toni. No le hagas caso. - ¿Ah, no? Pues, tu blog es una mina de intimidades mías, fotos de mis bragas, de mi ropa, dando un paseo por la playa. Te has despachado a gusto, bonita. - ¿De qué blog está hablando, Marta? - Bueno, los dejo solos y así se lo explicas tranquilamente. Eso si no te sale algún trabajito fino, Marta. Alegre, dinámica, muy hot. - [Ramiro] Nuestra abogada ha tenido en cuenta los dos puntos que te preocupaban, Fernando. Nada del libro de Lalo, y la entrevista la haré yo. - [Fernando] Muy bien. - Paula, te prometo que será una entrevista amable, donde... - Yo lo único que quiero es que la prensa deje especular con todo lo que me ha pasado. Yo soy una víctima, y estoy cansada. - Deberían ir firmando. - [Fernando] Es un asunto delicado. No quiero que quede suelto ningún detalle. - Laura nos ha hecho un hueco en su agenda. La he pillado de milagros, se va de viaje. - Solo será un minuto. Todo correcto. - ¿La entrevista se emitirá en televisión? - Vía internet, por el canal del periódico. Pero estoy negociando con un canal nacional para entrar con la señal en directo. Hay mucho interés, os lo aseguro. - A ver si termina el acoso de la prensa, está siendo insoportable. - Después de la entrevista, ya no tendrán nada más que escarbar, y todo se habrá acabado. - Si me disculpan, voy a hacer unas fotocopias. Ramiro, ahora vuelvo a por mi maleta. - Paula, si te parece bien, te enviaré un pequeño guion con las preguntas para que te sientas más cómoda. - Está preciosa, cómo ha cambiado desde que llegó. Era un animal asustado, y ahora mírala. - Sí, es una niña muy fuerte, papá. - Ya hemos firmado el contrato para la entrevista. - Estaréis contentos, ¿no? - Es eso lo que habíamos hablado, Lidia. - Vosotros, no yo. - Mamá, es lo mejor para todos. - Perdón. - ¿Qué os pasa? - Ya la has visto, parece que no está muy de acuerdo con la entrevista. - A mí me parece que hay algo más. - Está nerviosa con todo lo que ha pasado. Mi detención, la vista con la fiscal, la presión de la prensa, todo en general. - Bueno, todo eso no me quita la alegría de que estés de nuevo con nosotros. Te quiero, cariño. - Y yo también, abuelo. - En fin. Ya va siendo hora de que me vuelva al banco. - Pero si hoy es sábado, ¿no te puedes quedar un rato más? - El banco es una amante celosa, y no se dirige solo. - Papá, te acompaño yo. ¿Me puedes dejar que lo hago yo? Gracias. - ¿Qué te pasa con la niña? - Nada. Vigila. - Sí. Dime una cosa, Lidia. ¿Has vuelto a beber? - Pero, ¿por qué dices eso ahora, papá? - [hombre] Toda esta presión, y sé cómo solucionas tus problemas, cómo lo has hecho siempre. - ¿Se puede saber quién te ha venido con el cuento? - No hace falta, tengo ojos en la cara. - Papá, es que todo es muy complicado. - Vamos, Lidia, somos una familia, estamos juntos en esto. Y si el problema es Fernando, conozco a los hombres, sé de lo que somos capaces. No sé los que os pase y tampoco me importa, pero tienes que solucionarlo por ti y por tus hijos. Por Dios. Si parece que el deber sobre la niña os está jodiendo, y la familia vuelve a estar completa. - Papá, por favor. - ¿Qué diría tu madre si viera lo que pasa? - Mamá. Mamá. Mamá, por favor. - ¿Me puedes decir qué recuerdos tienes del momento en que te secuestraron? Porque de algo te acordarás, ¿no? - No, creo que estaba dormida o me durmieron, no sé. Cuando me desperté, ya estaba encerrada. - Vaya, qué casualidad, siempre te que pregunto por algo del pasado, tú me respondes con un: "No lo recuerdo, mamá". - Porque hay muchas cosas de las que no me acuerdo. Durante todos estos años he cambiado, no soy la misma persona, no soy la hija que tú esperabas. Pero soy Paula. - ¿Cómo puedes fingir tan bien, hija? - Estás distinta conmigo. ¿Qué pasa? Es tu amigo Lalo, ¿no? Sí, él, su libro y sus teorías, crees que yo no soy yo. Que sea Lalo quien me entreviste, a ver si así te convences. - ¿Y lo que acabáis de firmar? - Me da igual lo que diga papá. O me entrevista Lalo, o no lo hará nadie. [suena música de suspenso] - ¿Cómo lo llevas? - Bien. Acabando de preparar las preguntas que le voy a enviar a la niña. Quedé en mandárselas para que se vaya preparando, que el directo siempre impone. - Pero la entrevista la voy a hacer yo, ¿no? - No, no, Fernando se ha empeñado en que la haga yo. - Siento la interrupción, pero es importante. Vamos a ver, sé que hay un contrato firmado, pero, tanto Paula como yo, queremos que la entrevista, al final, la haga Lalo. - ¿Por qué? - [Lidia] Por dos razones. La primera, es porque este señor escribió un libro donde contaba muchísimas cosas de las que tiene que desdecirse, y quiero que haga una disculpa pública. Y la segunda, es que si la... - Pero Fernando dijo... - Fernando está de acuerdo. La segunda, como te decía, es que, si la hace él, la audiencia subirá. Y de eso se trata, Ramiro, de que todo el mundo lo vea, y que por fin nos dejen en paz. Así que, o la hace Lalo Ruíz, o no hay entrevista. - Muy bien, si es lo que queréis, modificaremos el contrato y no hay problema. - Gracias. - Entonces, ¿sigo con ello? - Vas bien. - Ramiro, quisiera hablar a solas con él, por unos temas de Paula. - Sí, claro. Me voy a tomar un café. - [Lidia] Gracias. [suena música melancólica] Siento tanta rabia, estoy tan rabiosa. - ¿Fernando está de acuerdo? ¿Seguro? - Me importa una mierda Fernando, Lalo. Quiero que le hagas una entrevista a Paula, y que la pongas contra las cuerdas, ¿me escuchas? Contra las cuerdas. Quiero pillarlos a los dos. ¿Lo harás? - Si hago eso, todo saltará por los aires. Pero, si es lo que quieres, lo haré. - Gracias. Gracias. - ¿Tú te acuerdas de un tipo pelirrojo que estuvo investigando la Interpol, hace unos siete años, por pederastia? Sí, ese. Jonás Valverde, se llama. Mmm-hmm, Johnny. Parece que se mueve por el puerto, ¿tú sabes algo? - Oye, podrías echarme una mano, ¿no? Segurito. - Espera. - ¿Otra vez tu fan number one? - Pues, sí, es mi novia. Hola, Laura. ¿Estás en Madrid? - Oye, tío, ayúdame, me, me voy a deslomar. - Espera un momento, Laura, espera. Sí, señor McMahón. Si, si me permite un momento, tengo una llamada en espera, la atiendo en un segundo, no me cuelgue. Amor, hablamos luego tranquilamente en casa. Sí, es que tengo otra llamada de trabajo. Y yo. Dígame, señor McMahón. Sí. Sí, sí, está bien. Está bien. Me vas a tener que cubrir, me tengo que ir. - Finalmente va a ser Lalo quien va a hacer la entrevista. - Ese periodista no. No es lo pactado. - Paula ha cambiado de opinión. - ¿Por qué? - Quiere que la haga él, para dejar bien claro que tú no has tenido nada que ver. - ¿Qué le ha dicho a la chica? - Nada, Fernando, yo no he dicho nada. Quizás es que, a lo mejor, ha notado que estoy distinta con ella, me cuesta mucho fingir delante suyo. - A ver si lo entiendes. Ella necesita unos padres, nosotros necesitamos una hija. - No, yo no necesito a una hija. Yo necesito a mi hija. Quiero que me lleves al lugar donde enterraste a Paula. Ahora. - Quiero que le eche un vistazo a esto. - Usted sabe que Paula no es Paula desde el principio. - Soy perro viejo, y me aseguré de hacer el análisis de ADN a la chica. - No entiendo nada. - Sí, sí entiende. Es un chico listo. Y estoy seguro de que usted conoce la verdadera identidad de esa muchacha. Pero no se preocupe, ¿eh? No se lo voy a preguntar. Nadie llega a mi posición sin tener toda clase de información, y, sobre todo, saber cómo usarla. - Ya. O sea que usted sabe que Paula no es su nieta, pero no le importa ni su identidad ni cómo ni por qué ha llegado a su familia. - Sé que esa pobre criatura ha sufrido todo lo que ha contado y más. Sé que no ha tenido suerte en la vida, y creo que ha llegado el momento más oportuno a la nuestra. Nosotros le damos una familia, una posición, y ella a nosotros, la alegría de revivir a nuestra Paula. Soy viejo, ya no tengo mucho tiempo, pero la alegría que nos ha dado esa chica es algo que necesitábamos en la familia, sobre todo, mi hija. - Intuyo por dónde va. Pero ¿usted sabe el lío en el que me puedo meter? Hay cosas que un policía no puede hacer, y tampoco debe. - Tranquilo, joven, tranquilo. La vida es más complicada o más sencilla, según se mire de lo que usted cree. Pero no entiendo a qué viene tanto nervio. De todos modos, usted sabe la verdad y no se la ha contado a su superiores, porque tiene motivos tan poderosos como los míos. - Creo que es mejor que dejemos esta conversación aquí. - Vamos, inspector, siéntese. Siéntese. Y escuche. Sé que usted sabe cosas, igual que yo las sé, y que debe de tener algún motivo para no contarlas. Pero tranquilo, lo que haga usted en esa casa que tiene en la playa es un asunto particular. Ya se lo he dicho, no se llega a donde yo estoy por casualidad, inspector. Pero no se preocupe, no lo estoy grabando. Cuando salga de esta casa, esta conversación nunca habrá existido. - ¿Usted qué quiere de mí, McMahón? - Quiero que toda esta mentira se convierta en verdad, que esa chica se convierta en Paula García McMahón para todo el mundo y para siempre. Y, por supuesto, debe prometerme que esto no saldrá nunca de aquí. - Toni. - ¿A ti qué te pasa? Lo de Marta lo está viendo todo el mundo. - Ella me ha hecho lo mismo con su blog de mierda, a nosotros. - Pero es que las cosas no funcionan así. Paula, déjame ser yo, y deja de acaparar la atención de todo el mundo. - Laura, perdóname, antes tenía una llamada importante de trabajo. Llámame cuando puedas, por favor. Besito. [timbre] Paula. - ¿Puedo pasar? - No, no puedes. - ¿Por qué no? ¿Está Laura? - Sí, está adentro. Vete, por favor. [suena música de intriga] - Tenía que verte. Estaba nerviosa por la entrevista. - No lo hagas, no lo hagas, Sara. - ¿Cómo me has llamado? - Sé que eres Sara, la hermana de Teresa. - ¿De dónde sacas eso? - Estaba en vuestra casa, en la de Madrid, la de tu hermana y la tuya. Y de Ricardo. - Teresa no era mi hermana, era mi amiga. - ¡Deja de mentir! He visto un video que grabó tu hermana por tu cumpleaños. Si quieres te lo enseño. En él se te ve soplando una vela por tu 15 cumpleaños, y eso fue hace cuatro. - ¿Por qué me haces esto? - Necesito saber la verdad. Es mi trabajo. - ¿Solo soy un caso para ti? ¿Cuál es mi número de expediente, inspector Eguía? - ¿Tú por qué te crees que hice todo esto? ¿Eh? Di. Eres un caso difícil, Paula. Y la única forma que tenía de llegar a ti, era utilizando lo que sientes por mí. - No te quiero escuchar más. - Déjame, por favor, déjame. - Sara. - ¡Eres un cabrón! ¡Eres un cabrón! - Sara. - ¡Me dejas en paz! - ¡Para! ¡Para, coño, para! ¡No quiero hacerte daño, no quiero! No quiero. - Pues, no me hagas esto. - Pero necesito saber quién coño eres. - Ya sabes quién soy. Soy yo. - No, no, no... [suena música de intriga] - Es ahí. - ¿Bajo el árbol? - Sí. [suena música de suspenso] - ¿Dónde? [suena música de suspenso] Paula. Tenemos que sacarla de aquí, Fernando, por favor, ayúdame... ayúdame a sacarla... ¡Paula...! ¡Yo no quería...! ¿Cómo has podido todo este tiempo cargar con la culpa? Paula, por favor... - Porque te quiero, Lidia, porque te quiero. Porque siempre te he querido. [suena música de suspenso] - ¿Vas a contar quién soy? - Es lo que debería hacer. Soy policía. - No puedes hacerlo porque me quieres, pero no lo quieres reconocer. Lo que tenemos tú y yo es algo especial, y nunca vas a volver a tener algo como esto. - Pero esto no puede ser. Yo quiero a Laura. - Me quieres a mí. Y Laura no te da lo que te doy yo. Me tengo que ir, tengo que preparar la entrevista. - No deberías hacerla. Hay ciertas cosas que es mejor no removerlas. Y Lalo no te lo va a poner fácil. - Puedo manejarlo. - Ya están abajo preparándolo todo. - ¿Ya es la hora? - Falta un rato, pero deberías ir arreglándote. - Bien. Tómate esto, te sentará bien. - No, ya no las tomo, gracias. Fernando, ¿tú sabes cuál es el verdadero nombre de esa chica? - No. Pera mí es Paula, y para ti también. - Le habrás contado detalles y cosas para dar veracidad a la entrevista, ¿no? - Claro. [melodía de caja de música] La canción que te cantaba Lidia antes de dormir. Recuérdalo bien, la del joyerito, decías. Lo vas a hacer muy bien. ¿Nerviosa? - Un poco. ¿Han llegado ya? - Hace rato. - ¿Y mamá se está arreglando? - Paula, ese periodista te puede salir con cualquier cosa. - Ya, pero yo controlo. - No quiero que metas la pata. Si te pregunta por lo que pasó ese día... - Diré que no sabía nada. - No. Dirás que bajaste al salón, mientras tu madre y yo estábamos durmiendo. Querías llamarla, pero sabías que, cuando ella salía, no se la podía molestar. - Ya. Tenía sus vicios. - Fuiste a la cocina, te hiciste un vaso de leche y saliste al jardín. - Y luego ya no recuerdo nada más. ¿Es eso? Pero falta una pieza del puzle. Saber lo que de verdad pasó con la niña. - Papá, preguntan por ti abajo, los de la tele. - En seguida voy. - Toni, Toni, espera. Ven, Toni. Yo no quiero que estemos enfadados. Somos hermanos, pero es que lo de esa chica... no se ha acercado a ti por ti, sino por mí, por aprovecharse, ¿no lo entiendes? - Marta me gustaba de verdad. - Tú te mereces algo mejor, te mereces a alguien que te quiera por cómo eres. Y te aseguro que te vas a tener que quitar a las chicas como moscas, porque eres un tío de puta madre, y, además, estás buenísimo. Pero no nos enfademos más, ¿vale? Y menos por una chica. Que bastante tiempo hemos pasado separados como para perderlo en estas chorradas. Pero eres mi hermano y tengo que cuidar de ti. Y hay mucha lagarta por ahí suelta, te lo digo yo. Ven aquí, idiota. - [Toni] Idiota tú. - [Lalo] Pero mujer, solamente te pedí un vaso de agua, y me has puesto limón como para un gin-tonic, ¿eh? - En esta casa tomamos siempre el agua con limón porque es muy buena para la salud. - Rosario, ¿nos dejas a solas, por favor? - [Rosario] Sí, claro. - Estás preciosa. - Lalo, tengo dudas sobre todo esto. - ¿Por qué? - No sé, es una menor, y, a pesar de todo, me parece cruel tenderle esta trampa. - Lidia, ya no se trata de la chica. Es por tu marido, por todo lo que te ha hecho. - He estado en la tumba de mi hija. - ¿Y todavía tienes dudas? Esa chica va a salir adelante, pase lo que pase esta noche, porque esa chica siempre sale adelante. Pero él no. Es lo mejor para todos. Cuando vaya a hacerle la pregunta, te miraré, y tú me dices si sigo o no. - Gracias. - Creo que tienen que hacer unas pruebas de cámara. - Bien. - Ten esto. - No me jodas que le vas a preguntar esto. - Entonces, mejor no sigas leyendo. Ya sabes cómo soy. Voy a ir al límite. - [director] Atención. Prevenidos, por favor. Arrancamos en cinco segundos. Empezamos en cinco, cuatro, tres, dos, uno. - Hace 3.400 días, la desgracia asoló esta casa, la casa de la familia García Mahón. Ese día, desapareció su hija Paula. Tras nueve años en el infierno, reapareció esta joven, que hoy va a hablar con voz propia de lo vivido. Buenas noches, Paula. - Hola. - Esta entrevista se realiza porque así expresamente tú lo has querido. ¿Por qué? - Quiero contar la verdad para que dejen de hablar de nosotros, de mí, sin importarles cómo me siento o, o si nos hace daño lo que dicen. - Bueno, para eso estamos aquí, para que nos cuentes. - Antes de que me preguntes lo que tú quieras, lo que quieras, Lalo. Yo necesito dar las gracias a algunas personas. También a la policía, que ha llevado mi casa, en especial, quiero hacer mención a dos personas que se han dejado la piel, a la psicólogo que me atiende, Andrea, y también al inspector Eguía. Él es mi ángel de la guarda y yo lo quiero mucho. Bueno, todo lo que se puede querer a un policía. - ¿Ha dicho querer? Pero bueno, esta niña es el no va más. - [Paula] Todo el tiempo que estuve fuera de mi casa, he rezado por, porque me encontraran, por volver con mi familia, con mis padres. Y el inspector Eguía ha hecho que esa esperanza imposible se convierta en una realidad. Por eso quiero agradecer su dedicación y su profesionalidad. No sé qué hubiera sido de mí sin, sin su colaboración en el esclarecimiento de mi caso. - [Lalo] Paula, ¿recuerdas el momento en que te secuestraron? - [Paula] No. Mi psicóloga dice que a veces enterramos lo que nos hace daño, pero volver a casa me ha hecho empezar a recordar. - ¿Nos los puedes contar? - [Paula] Era de madrugada y yo me levanté. - [Lalo] ¿Recuerdas exactamente la hora? - [Paula] No. Aún era de noche, mis padres dormían. Yo sabía que no tenía que despertarles, cuando nos despertábamos pronto, nos decían a mi hermano y a mí que bajáramos al salón y, y que nos pusiéramos la tele, así que eso hice. Ahora me siento culpable. - Sí, dime. - He localizado a un sospechoso del asesinato. - ¿Dónde estás exactamente? - En el puerto. Trabaja aquí, y me he acercado a él. - Pero ¿estás tú sola? Dime dónde estás. - En el muelle de la margen norte. - No te mueves, no actúes hasta que lleguemos. ¿Qué coño haces ahí? - Nada. ¿Qué quieres? - ¿Vas a hablar con Laguna? Porque me ha llamado Ana. - ¿Y qué dice? - Pues, que tiene localizado al pelirrojo. - Eguía, ¿querías algo? - No, nada, jefa. - [Lalo] ¿Qué pasó cuando bajaste? - Fui a la cocina y cogí algo para comer. Y creo que puse la tele en el salón. Toni no estaba, estaba con los abuelos. No sé qué habría pasado si llegaba a estar él, porque solíamos levantarnos juntos. - ¿Y después? - Me aburría sin mi hermano. Salí al jardín, y creo que me desmayé. Al despertarme, estaba en otro sitio, tenía mucho miedo y no podía respirar. - Y entonces, ¿qué pasó? - Esos hombres. No me pidas que te cuente las cosas que me hicieron, está mi madre delante. - [suena música de suspenso] - Perdona. Estoy buscando a un tipo pelirrojo, corpulento. [suena música de suspenso] - [Paula] Nadie puede ser la misma después de todo lo que yo he pasado. - [Lalo] Esta vuelta a la normalidad no es tan fácil. - No. Hay muchas contradicciones, zonas oscuras. - [Lalo] ¿A qué te refieres con eso de "zonas oscuras"? - Cosas que no pueden contarse para no hacer daño a los demás. Cada uno de nosotros lleva un infierno dentro con el que tenemos que pelear cada día. - ¿Y quién no cuenta esas cosas? ¿Tú? - [Paula] Yo, mi padre, mi madre... - A ver, ¿qué coño pasa? - Jefe, estoy en el puerto. He venido a buscar a Johnny, pero se me han adelantado. - Mierda. ¿Te han visto por ahí? - No creo. Pero bueno, llamaba para avisarle. - No puede quedar ningún rastro que nos vincule con esto, ¿está claro? Ya sabes lo que hay que hacer. [suena música de suspenso] - ¿Johnny? - Joder, sigue saltando el buzón de voz. - Hostia, está su teléfono aquí dentro. - Joder. - [Ana] ¿Johnny? Joder... - ¡Ana! [neumáticos rechinan] [mujer] Eguía, sube, hay alguien arriba. - [Eguía] Atiéndela, llama una ambulancia. - Por favor, por favor, mandadnos una ambulancia. Estamos en el puerto, en el muelle de la margen norte. Hay una agente malherida. - Hijo de puta. - Ana, por Dios. - [Eguía] Costa, ¡por allí! - [mujer] ¡Quédate con ella! - Joder. Aguanta, compañera. Vamos, compañera, aguanta, aguanta. - Paula, me decías que eres una superviviente. - [Paula] Creo que lo soy. - Bueno, estamos en el tramo final de la entrevista y hay una pregunta inevitable que tengo que hacerte. Una pregunta que ha sobrevolado sobre todos nosotros durante todo este tiempo, y que estoy seguro que nuestros telespectadores también se han hecho. - Tiene que ver con la teoría de tu libro, ¿verdad? [suena música de suspenso] - No exactamente. - Porque somos muchos los que lo hemos leído. Yo también. Y en ese libro dices que Fernando García mató a su hija, pero eso es mentira. Tengo un padre maravilloso, incapaz de matar una mosca. - ¿Cuándo se va a acabar esto? - Yo, en realidad, quiero preguntarte por tu madre, por tu relación con ella. Una mujer extraordinaria que intenta superar una situación horrible como esta, con la desaparición de su hija, y sin saber si estaba viva o muerta. - Mi cautiverio también ha sido el suyo, y el de todos, pero, sobre todo, el suyo. Es horrible para una madre pasar por todo lo que hemos pasado. Y entiendo que haya cosas que, que le haya podido costar asimilarlas. - ¿Qué clase de cosas? - Ya te he dicho que yo no soy una chica normal. Hay algo que llevo encima que siempre voy a llevar. Y yo sé que ella lo ve cada vez que me mira. - ¿Crees que no te reconoce? - Supongo que hay veces que es preferible pensar que tu hija está muerta, antes que asumir una realidad tan dura. Que a tu hija le hacen todas esas cosas. Pero ella tiente tanto amor, tanto amor que dar, y yo lo necesito tanto. Solo quiero recuperar el tiempo perdido, mamá. [suena música esperanzadora] [suena música de suspenso] [hablan en otro idioma] - [Sonia] Tiene un traumatismo grave, pero no la van a operar. Habrá que esperar que el hematoma se reabsorba de forma natural. - Para mí, esa caída no ha sido ningún accidente. ¿No te parece mucha casualidad? - [Paula] Yo solo quiero recuperar el tiempo perdido. ¿Crees que habrá merecido la pena? - [Lidia] Lo importante ahora es que tú estés bien. - [Eguía] Ven conmigo, quiero que veas algo. - ¿De qué se trata? - De algo más que una intuición. - ¿Qué pasa? - El inspector Eguía sabe quién soy. - ¿Te estás acostando con él? - ¿Qué está pasando, inspector? ¿Por qué guardas esta información? - [hombre] ¿Qué cojones es esto? ¿Cómo me tengo que tomar esto? ¿Como una amenaza? - Lidia está jugando el papel de madre. ¿Para qué, si sabe que esa no es su hija? ¿Qué oculta? - [padre] ¿Estás bien, Lidia? No hay sufrimiento que Él no pueda aliviar. ¿Por qué no te confiesas? - La negociación va a continuar, y esta vez para cerrar el trato. - Eres un puto follero. - ¿Un qué? - Este es un caso que lleva Ana hace cinco años. - Jonás Valverde, alías Johnny. - ¿Sí? - Hola, Beliy Golub. Me he escapado de la policía. - [Paula] ¿Cómo que te has escapado? ¿Por qué? ¿Qué ha pasado? Petrov está en la calle. - Señora McMahón. - Vengo a hablar con la comisaria Laguna. - ¿Para qué quiere verme? - Quiero acabar con mi yerno, y necesito que usted me ayude. - Quiero acabar con esto, por favor. - ¿Acabar con qué? - ¿A quién se le ocurre meter en esto a un tío grande como un castillo, pelirrojo y con antecedentes? Cuanto más lejos lo mandes, más lejos tendrás que ir a solucionar el asunto cuando la cosa se ponga fea. - [Paula] Siempre me has dicho que podía confía en ti. Tú también puedes confiar en mí, Marcos. - ¿Cómo? - Nadie sabrá lo que hay entre nosotros, ni Laura ni la comisaria, sería horrible. - ¿Me estás amenazando?